Los signos zodiacales

Los doce signos zodiacales representan simbólicamente diferentes tipos de energía: el elemento (Aire, Fuego, Tierra, Agua) al cual cada signo pertenece indica el tipo de energía; la posición que cada signo ocupa dentro del zodiaco describe la modalidad de expresión de tal energía.


En la tradición astrológica a la que nos referimos, aquella occidental europea que tuvo su cuna en el contexto árabe), los signos zodiacales representan el tiempo solar, las estaciones y los ciclos vitales de la naturaleza; así que cada mes coincide con un signo zodiacal al que se le atribuyen significados psicológicos de acuerdo con el ciclo natural que se dé durante ese período. Las estaciones tienen una fase inicial, una fase de expansión y una fase final.


Los signos zodiacales cardinales son: Aries, Cáncer, Libra, Capricornio. Ellos corresponden al inicio de las cuatro estaciones: Aries y Libra empiezan con los dos equinoccios de primavera y otoño, el 21 de marzo y el 23 de septiembre; Cáncer y Capricornio con los dos solsticios de verano y de invierno, el 22 de junio y el 22 de diciembre.


Las personas de los signos zodiacales cardinales son, en cierto sentido, "los pioneros" del zodiaco, ya que abren nuevos caminos, al ser muy emprendedores, sin embargo, a menudo carecen de constancia.


Los signos zodiacales fijos son: Tauro, Leo, Escorpio, Acuario. Ellos coinciden con el período culminante de cada estación: en el caso de Tauro (21 de abril - 20 de mayo) se trata de la primavera, en Leo (23 julio - 23 agosto) del verano, en Escorpio (23 octubre - 22 noviembre) del otoño, en Acuario (21 enero - 19 febrero) del invierno.


Las personas de los signos fijos tienden a mantener el estatus quo, persiguen sus objetivos con tenacidad y tienen miedo a los cambios.


Los signos zodiacales mutables son: Géminis, Virgo, Sagitario, Piscis. Coinciden con el final de las cuatro estaciones: Géminis (21 de mayo - 21 de junio) con el final de la primavera, Virgo (24 de agosto - 22 de septiembre) con el final del verano, Sagitario (23 de noviembre - 21 de diciembre) con el final del otoño, Piscis (20 de febrero - 20 de marzo) con el final del invierno.


Las personas de los signos mutables son muy versátiles y se adaptan fácilmente a las nuevas situaciones, el riesgo es que, de tanto cambiar, terminen construyendo poco.


Los patrones de energía, que los doce signos zodiacales representan, viven en cada uno de nosotros, al estar presentes en nuestracarta natal; en algunas personas unos signos zodiacales terminan prevaleciendo sobre otros, sin embargo, no cabe duda de que, tarde o temprano, todos actuaremos bajo la influencia de estas energías. Un signo zodiacal no puede reducirse a una lista de rasgos psicológicos y conductuales como quisiera la astrología de bajo nivel; los signos zodiacales son mucho más profundos y complejos y todos contienen conflictos, carencias y ambivalencias. No se puede comprender el significado de un signo zodiacal considerándolo individualmente, sino que es preciso tener en cuenta la "lógica" de todo el zodiaco.


SIGNO ZODIACAL DE LIBRA

(23 septiembre - 22 octubre) SIGNO CARDINAL DE AIRE

Considerando la tradición astrológica a la que nos referimos, aquella occidental europea (que tuvo su cuna en el contexto árabe), el signo de Libra coincide con el inicio del otoño; ahora los días duran cuanto las noches, que lentamente se hacen cada vez más largas; la vida de la naturaleza empieza a replegarse en sí misma: las hojas se tiñen de amarillo, las plantas se quedan desnudas de hojas, cada cosa se retira. Empieza el grande ciclo involutivo de la naturaleza, la vegetación se dirige hacia su muerte para transformarse y regenerarse en otras formas. En el reino animal, los pájaros migran y algunos mamíferos hibernan. El signo zodiacal de Libra, que en el zodiaco se encuentra en frente de Aries, representa el punto de equilibrio absoluto entre el principio de evolución y el de involución; si en Aries prevalece el impulso de realización del Yo, representado simbólicamente por el despertar de la naturaleza después del largo letargo invernal, aquí es el principio de mediación que predomina, representado simbólicamente por el crepúsculo otoñal de la naturaleza, que ya no tiene la luz y el calor necesarios para luchar contra las fuerzas disgregadoras.

Bajo el influjo de la energía de Libra, descubrimos que es más conveniente cerrar un trato con el otro en lugar de someterlo a nuestra voluntad; en la continua búsqueda por encontrar un equilibrio entre fuerzas y elementos opuestos entre sí, aprendemos a cultivar los valores de la ética, de la estética, de la diplomacia y de la armonía. A decir verdad, el equilibrio siempre es precario e inestable, ya que los discos de la balanza nunca están en perfecto equilibrio; de hecho, oculto detrás del deseo de armonía que anima a Libra, se esconde, aún apremiante, el deseo de autorrealización de Aries, que ahora se expresa de forma diferente. Libra respeta los tratos, si bien "el trato" entre dos personas nunca es perfectamente simétrico, es decir, ventajoso para los dos de la misma manera, sin embargo, una vez que un trato haya sido cerrado debe ser respetado.

Así que el signo de Libra, como el de Géminis, nos vuelve a enfrentar con la dualidad, sin embargo, mientras en el caso de Géminis la dualidad representa una etapa en el proceso de conocimiento, aquí se expresa a nivel social, bajo la forma de elección. Ante toda situación que requiere una elección, tendemos a sopesar meticulosamente los pros y los contras antes de tomar una decisión; en realidad, detrás de tal actitud tan escrupulosa, se esconde el deseo de poseerlo todo, de no renunciar a nada, por ello la famosa indecisión que caracteriza el signo zodiacal de Libra no deriva de la incapacidad para hacer una elección, sino del miedo a las consecuencias que esta supone. Hay una tendencia en cada uno de nosotros a solucionar las divergencias, a conciliar diferencias, a reducir las distancias, con tal de minimizar los elementos que podrían ocasionar el conflicto: la verdad es que todavía no estamos listos para renunciar a nuestra individualidad. El deseo de armonía, cuando se hace excesivo, puede llevarnos a ocultar nuestra verdadera naturaleza, con tal de complacer a los demás, lo que termina ocasionando un fuerte conflicto interior, que nos cuesta trabajo disimular. De hecho, la armonía cuando es creada y se basa sólo en el poder de seducción de Libra, cuyas armas son el atractivo, el estilo y una actitud mesurada, puede revelarse precaria e insustancial. En el signo de Libra, el deseo de armonía y de comunión con el otro todavía se encuentra en un estado embrionario, es una idea abstracta, como inmaterial es el aire, el elemento al que pertenece Libra; se trata de una aspiración que se realiza en el cierre de un trato formal o, a nivel estético, en la atracción hacia lo "hermoso" como el arte, la pintura y la música. En cambio, la verdadera comunión se puede construir sólo después de involucrarse emocionalmente y de experimentar una profunda intimidad, al "fundirse" con el otro, por lo cual primero es preciso que "muramos" como individuos separados para volver a nacer en la pareja como individuos completos.


SIGNO ZODIACAL DE ESCORPIO

(23 octubre - 21 noviembre) SIGNO FIJO DE AGUA

En el contexto de referencia cultural al que nos referimos (el de la tradición europea), el signo zodiacal de Escorpio coincide con la fase culminante del otoño; los días se hacen cada vez más cortos, los colores de la naturaleza ya están apagados y opacos, los animales se retiran a sus madrigueras, todo calla. Las fuerzas disgregadoras de la naturaleza llevan a cabo su trabajo, desempeñan su tarea, las hojas muertas cubren la tierra mezclándose con el lodo de la lluvia, se deshacen y descomponen, convirtiéndose en humus fecundo. De hecho, en Escorpio, nada desaparece, todo lo que muere se transforma y renace bajo una nueva forma. Como lo escribe Sicuteri, Escorpio nos lleva al "misterio de la larva, el gusano de seda, que se encierra en la obscuridad, en el silencio y en la inmovilidad absoluta del capullo, y ahí evoluciona en crisálida donde la sustancia se hace amorfa, informal, aparentemente desprovista de vida durante un largo periodo". En esta etapa tenemos una fuerte tendencia a la introspección, sentimos la urgencia de sondar las profundidades de nuestra alma para enfrentarnos a los terribles monstruos que allí habitan: el miedo a la muerte y a la separación, la incapacidad de aceptar serenamente el fluir de la vida, el deseo de control, de seguridad y de posesión. Estos demonios viven tanto dentro como fuera de nosotros, los encontramos en la vida de todos los días, tienen el aspecto del Mal y el rostro del Sufrimiento, no podemos derrotarlos, ya que forman parte de la vida, sin embargo, podemos convertirlos en un poderoso instrumento de purificación de nosotros y de los demás. En esta capacidad de transformación y de regeneración estriba la riqueza y el poder del signo de Escorpio.

El reto que este signo nos plantea es morir para convertirnos en algo más grande, morir para superarnos; tradicionalmente al signo de Escorpio se le asocian cuatro símbolos: la serpiente y el escorpión que se arrastran en la tierra y representan la dimensión terrenal del signo; el águila y el fénix que vuelan en lo alto del cielo y representan la dimensión espiritual: tierra y cielo, esto es, materia y espíritu, y la muerte que es el puente que las une. Si en Libra el encuentro con el otro es una aspiración, un ideal que cumplir, en Escorpio la unión se vuelve real y concreta: morir simbólicamente significa fundirse con el otro en cuerpo y alma. En este sentido, el sexo no es más que la eliminación completa de nuestras defensas y el abandono total y confiado al otro; sólo el amor incondicional puede desmoronar las barreras de nuestro orgullo, del egoísmo, de los celos y del deseo de manipulación: estos son los demonios que tenemos que afrontar para renacer en una nueva dimensión, donde los deseos y necesidades individuales se convierten en deseos y necesidades sociales.


SIGNO ZODIACAL DE SAGITARIO

(22 noviembre - 20 diciembre) SIGNO MUTABLE DE FUEGO

Al entrar el Sol en la constelación de Sagitario,e considerando el contexto de referencia cultural al que nos referimos (el de la tradición europea), la vegetación ya está completamente muerta, la tierra árida y desnuda se prepara para afrontar el largo sueño invernal, cuando tendrá que afrontar el frío intenso. Por doquier reina el silencio, la naturaleza parece ausente, su vida se ha vuelto invisible, sigue palpitando bajo la superficie de la tierra, no se puede ni ver, ni tocar, sólo se puede imaginar; de la misma manera, como lo escribe Sicuteri "Sagitario pasa el Umbral de un reino que Escorpio ha indicado a través de su Guardián; desde aquí en adelante, el sujeto corre hacia un destino que lo lleva "afuera de sí mismo" "más allá de sí mismo".

En la tradición el signo de Sagitario está asociado con la criatura mitológica del centauro, un ser mitad hombre y mitad caballo; aquí el centauro es un arquero que está tirando una flecha hacia lo alto; así que, por un lado nos invita a mantener los pies en la tierra y a participar activamente en la vida, por el otro nos empuja a mirar hacia el cielo para seguir la trayectoria de la flecha, que simboliza el camino a seguir para romper las cadenas que nos tienen aprisionados en la angosta y limitada dimensión de nuestra subjetividad y materialidad. El cielo es el reino de lo invisible, el reino de los dioses y de las ideas, un lugar donde todo es posible: en el enrarecido mundo de las ideas, las diferencias entre los hombres, que a menudo en la vida concreta se vuelven obstáculos insuperables, se pueden solucionar a través de una grande Idea que todas las subsume en una visión única. Como lo dice Barbault "el fuego de Sagitario puede renunciar a servir (al contrario que Leo) a la magnificencia del Yo para tocar la experiencia trans-individual.

Bajo el influjo de la energía de Sagitario podemos reunir experiencias esparcidas y fragmentos de vida desprovistos de sentido bajo un común denominador para sintetizarlas y darles un significado; nos elevamos por arriba de la realidad inmanente para elaborar categorías conceptuales capaces de comprender nuestras experiencias más allá del valor que tienen para cada uno de nosotros; en la visión de Sagitario el bien de cada uno es irrelevante ante el bien de la colectividad, los individuos pueden ser sacrificados por el bien de la humanidad. Con Sagitario descubrimos la fuerza de los ideales que nos guían desde lo alto y que alimentan nuestras aspiraciones. Cada uno tiene sus ideales, ya sea la justicia, la igualdad, la fraternidad, etc. según la exigencia de rescate que cada individuo reclama por vivir una existencia que nos parece injusta, desprovista de sentido y dolorosa, sin embargo, el ideal como lo escribe Hillman "nunca se alcanza y no es para ser cumplido. El ideal dirige nuestra mirada llena de deseo. Es la ciudad que resplandece en la cumbre de la montaña, no es real, informa y orienta nuestra vida, sin embargo, no puede ser seguido al pie de la letra. Al transformarse en un plan concreto para alcanzar la felicidad, se convierte en ideología. Ahí es cuando empieza el fanatismo. El ideal, cabe recordarlo, es un fracaso. Podemos tener en el corazón un fuerte deseo delo ideal, pero sabemos que nunca se va a realizar en este mundo. Justo aquí radica la fuerza del Cielo y de todos los ideales: no pertenecen al mundo terrenal". El riesgo que corremos, al no saber domar con sabiduría la energía de Sagitario, es caer en el fanatismo ideológico, convirtiéndonos en esclavos de nuestras propias aspiraciones y visiones; al estar a la merced de nuestro delirio de grandeza lo haremos todo para incrementar nuestro poder individual, perdiendo el contacto con la realidad.